viernes, 2 de septiembre de 2011

Se me acercó un flaco
y dijo - ¿Tenés un cigarrillo, amigo?
- Si, maestro - le dije, y miré
sus ojos, de fuerte celeste,
los párpados caídos,
la ropa destrozada,
pibe joven, de mi edad.
Sucedió temprano en la mañana,
hacía frío, casi helaba.
Aunque desinhibido parecía
tembló de nervios, o verguenza
cuando el pucho le brindé
-¿Tenés fuego? pregunté
-Si, si tengo, gracias-
Nos sonreímos
de manera sincera,
y me alejé.

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