viernes, 23 de septiembre de 2011

André

Recuerdo como por sábana oscura que cruza sólo la vista de mi ojo derecho lo que en el Bureau de recherches surréalistes me recitó por lo bajo mi hermano André. B: "Amada imaginación, lo que más amo en ti es que jamás perdonas." ¡Qué grande! y sorbí el último trago de vino tinto, y le dije, de la misma forma, por lo bajo, discreto y decidido a imaginar aunque imagine esta existencia, que: No será el miedo a la locura lo que nos obligue a bajar la bandera de la imaginación.
Frase que, de forma posterior, ¿a que? al Tiempo, si, al mismísimo tiempo. Frase que posterior al tiempo (amí me parece raro ser posterior al tiempo, y más con una frase) aquel donde sucedió la conversación, que, si bien es un recuerdo sobre lo que fue un suceso, y talvez lo imaginé pero, o fue sólo mi sensación, o si, en verdad vi los ojos dilatados teñidos de rosa y de bordes opácos que de alguna forma u otra me hacía acordar a que era argentino y que estaba en mi cama, que ni siquiera había nacido y que mi hermano André, si bien es hermano porque lo quiero e imagino no lo conocí en ese lugar lleno de grandes pintoescritores algunos y falsos ególatras arruinamovimientos (Salvador, tus bigotes daban lástima, como tus pinturas que dejaron el amargo sabor del estúpido académico o sabiondo inútil que hoy recorre galerias y lee poesía defendiendo el 'arte' como completo banal esteta, que si todo fuese estética él moriría y si fuese teta no hablaría) y sólo lo conocí en un pasaje onírico que, sin embargo, André amaba tanto y de tal forma que me plantea la duda sobre si, al conocerlo en el plano de dormitar como un cerdo es 'más conocerlo' que si en "realidad" hubiese existido el momento de darle la mano, escuchar su frase, y tirarle de manera posterior una frase de mi autoría que él pondría en el famoso ya manifiesto y... sin embargo, pero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario