miércoles, 14 de septiembre de 2011

Juan Manuel pensó que era sencillo. Pensé que era sencillo, pero no, no es tan fácil. ¿Sencillo? Si... sencillo lo ven esos frágiles insectos con remeras de colores. Ah, yo no voy a morir aplastado por un zapato gigante. No. Por lo menos no ahora. Del futuro uno quién sabe. Salió. Entró. Hacía frío.
Se enderezó, acomodó la hoja y miro el techo. A escribir, hay que escribir, hay que escribir porque sino... sino no se escribe. Y si no se escribe, el Mundo se destroza en miles de partes. Y después el nabo juntando los pedacitos, pegándolos con plasticola. Vos tenés la culpa Juan Manuel, vos despegaste el Mundo, estaba frágil, pero pegadito por lo menos, miralo ahora, no puedo ir a lo de mi cuñada, la Julia, porque esta todo despegado.
Y Juan Manuel pegó, pero antes durmió. Que sueño, que lindo es descansar después de un día cansador. Me cansó el día. Lo cansó el día. El día es una sustancia compuesta de tiempo que provoca cansancio a las personas que prueban de él. Y Juan Manuel probó, y probó mucho, y se hartó de los días. Me harté de los días, estoy cansado, quiero dormir, dormir hasta el fin, dormir, morir.
Me entrego, Dios, a tus designios, y Juan, ya cansado vió los árboles. El viento los llena de existencia, me susurran, me dicen, me dicen, me dicen, que todo está bien.

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