viernes, 16 de marzo de 2012

Mis ojos se abren, o los abren.
Mis ojos ven
otro día en este mundo,
con sus árboles, sus bolsas de plástico,
sus edificios y sus humanos; ven ciudades
grises y un viejo que ya no puede
levantarse por todo el tiempo
que tiene sobre su alma; ven mis pulmones
negros y las risas que son angustia indefinida.
Otro día donde soy nada.
Otro día que puede ser ayer o mañana,
un ayer de luces que son las sombras de hoy,
y un mañana que es
la sombras de las luces de hoy.
Mis ojos tienen la humedad del techo,
y serán estos mismos ojos
los que verán acercarse el caos que marque el fin,
son los mismos ojos con los que nací, y serán
los mismos que vean mi partir; son los ojos
que miraron a todos los dioses, que te miraron
a vos y a la noche que todos llevan encima, en la espalda.
Hoy escribo porque estas letras son lágrimas
que mis ojos no quieren soltar.
Mi angustia no sólo asoma en los lugares
más desolados; acá hay árboles de viento, muchos soles
y montañas mezcladas de preciosas sombras de nubes,
sin embargo, guardo lo inacabable
de otro día pasajero
que es nada y se va
que es lo único que tengo
y se va.

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